El día tres del mes de mayo de 1969, fue celebrada la III Convención Nacional de Hombres de Empresa. Durante esa convención el empresariado dominicano adoptó como parte de su ideología, los preceptos de la Doctrina Social de la Iglesia, expresados en las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris del papa Juan XXIII.
En su edición del mes de abril de ese año, la revista Comercio y Producción, en su editorial, exponía lo siguiente: El 3 de mayo, el Consejo Nacional de Hombres de Empresa celebrará en la sede de la Asociación de Industrias la tercera edición de su Convención Nacional, conforme al programa y a la agenda que guiarán las deliberaciones de esta importante reunión de hombres de empresas de nuestro país.
La reseña destacaba lo fructíferas que habían sido las reuniones del sector empresarial, celebradas en febrero de 1963 y mayo de 1964, por el crecido número de trabajos y ponencias que nuestras fuerzas económicas expusieron en las plenarias, con vigorosa fe en nuestro futuro, mucho más importante será esta Convención, ya que desde entonces el país ha crecido, en varios aspectos, son más amplias sus perspectivas y, desde luego, más apremiantes sus problemas. Es oportuno, en consecuencia, que se haga un análisis a fondo de nuestra situación socio-económica, para saber qué hemos logrado y qué nos falta por alcanzar en el lento y difícil, pero tenaz esfuerzo por nuestro desarrollo.
El día anterior a la apertura del evento, el presidente del consejo nacional de Hombres de empresa, señor Antonio Najri, en espacio pagado publicado en El Caribe anunciaba la convocatoria y la agenda de la III Convención. El lema de ese año era: “Educación, Desarrollo y Progreso Social”, lo cual denotaba el interés del empresariado en estos temas, como parte de la agenda institucional.
A continuación los temas que fueron consensuados en dicha asamblea:
AGENDA:
Tema A. Medios para impulsar el desarrollo económico y social del país a través del esfuerzo y dinamismo de la iniciativa privada.
Tema B. Medios para propiciar el incremento de la agricultura y la ganadería con justicia para todos los que intervengan en dicho proceso.
Tema C. Análisis ponderado de la Doctrina Social de la Iglesia expuesta en la Reunión del CELAM celebrada en Colombia.
Tema D. Medios para auspiciar, mantener e incrementar las buenas relaciones obrero-patronales, al través de los acuerdos y recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo.
Tema E. 1. Participación activa de los hombres de empresa en la Educación y en todas las obras de bien social”.
Concluía el comunicado indicando que la convención se celebraría, a partir de las 9 de la mañana, en el auditorio del edificio de la Asociación de Industrias, sito en la Ave. Sarasota no. 4 de la capital.
Presidente Balaguer pronuncia discurso inaugural
El discurso de apertura de la III convención fue pronunciado el Dr. Joaquín Balaguer, a la sazón presidente de la República, en el cual trató diversos temas relevantes en aquel momento y fue publicado íntegramente en El Caribe el discurso generó muchas expectativas y fue, como decía la crónica periodística.
Declaración final de la Tercera Convención Nacional
La Declaración Final, que recogía los planteamientos de los exponentes y del consejo nacional de Hombres de empresa constituye un verdadero espejo de la realidad difícil que vivía el país. El empresariado dominicano reafirmó su convicción sobre la democracia y el libre mercado y enfrentó los movimientos sociales que buscaban la desestabilización política con el consecuente impacto negativo a la economía del país.
Definió su apuesta a la educación, como garante del desarrollo, reiteró su compromiso y convicción de que el mejor camino es el camino de la paz y la concordia y, finalmente, los empresarios se declararon como comprometidos con el desarrollo del país.
La importante declaración decía lo siguiente: Al finalizar los trabajos de su Tercera Convención Nacional, los Hombres de Empresa de la República Dominicana se dirigen a la opinión pública del país para informarle sobre las posiciones adoptadas en cada uno de los temas básicos tratados y desean en primer término hacer un llamamiento ferviente a la paz y a la concordia de todos los dominicanos.
La falta de comprensión y solidaridad sólo agravará y hará más difícil la solución de los problemas que agobian a una parte del pueblo dominicano desde hace mucho tiempo.
En ningún momento de su historia, sin embargo, ha tenido el pueblo dominicano, como los tiene ahora, motivos más concretos para esperar un futuro bienestar y prosperidad, y en ningún momento de su historia ha existido en la clase empresarial una conciencia más clara y amplia de la necesidad de continuar impulsando y acelerando la tarea ingente de desarrollar al país y de incorporar, como lógica consecuencia, a las clases marginadas a una justa participación en el proceso económico.
Se hacen necesarios, pues, la comunicación, el diálogo democrático y un alto sentido de solidaridad humana para una mejor identificación de los problemas, que facilite la búsqueda de soluciones justas y adecuadas y se hace necesaria también la contribución de todos los dominicanos para mantener y robustecer la estabilidad político-institucional dentro de un clima de paz social, como marco mínimo indispensable para el ejercicio de las actividades productivas.
La Convención reconoció que el sector público ha creado, y está en vías de ampliar, el marco adecuado para la promoción del desarrollo económico y social mediante obras de infraestructura, expansión de los mecanismos de crédito agrícola, pecuario e industrial y mediante leyes que crean incentivos para impulsar el esfuerzo y dinamismo de la iniciativa privada hacia esos campos, y se estuvo de acuerdo en que, mediante la ejecución de programas y proyectos de formación de capital los incentivos otorgados por el Estado, ya ha hecho uso y está en disposición de utilizar en la mayor medida posible los medios de que dispone para su propia promoción, como son entre otros, la selección de prácticas científicamente avanzadas, adecuación de sus actividades a los lineamientos sociales de la empresa moderna, capacitación tecnológica, etc.
No obstante su relativa debilidad y la carencia de recursos abundantes, el sector empresarial dominicano ha realizado en muchos aspectos una obra de relevante alcance económico y social; pero su actitud y esfuerzos están proyectados no sólo hacia el presente, sino también hacia el futuro y es firme e invariable su decisión de ser, por todos los medios y en todos los terrenos, un vehículo eficiente de promoción social, de equilibrio económico y de impulsor de la cultura y la tecnología.
Los Hombres de Empresa Dominicanos declaran que están plenamente conscientes de las transformaciones que el país necesita y que, en este sentido, han asumido y continuarán asumiendo, con comprensión y sentido del bien común, la responsabilidad que les corresponde.
Haciendo abstracción de cualquier pronunciamiento subjetivo o parcializado, los Hombres de Empresa de la República Dominicana ven, con comprensión y simpatía, las inquietudes que está demostrando el Clero por el mejoramientos de las clases marginadas de nuestro pueblo y estiman que la Iglesia puede prestar una ayuda de valor inapreciable para la toma de conciencia de todas las clases sociales.
En este sentido y después de ponderarla serenamente, los empresarios dominicanos aceptan la doctrina social de la Iglesia Católica expuesta en la reunión del CELAM celebrada en Colombia, dentro de los lineamientos señalados por el propio Santo Padre, Pablo VI, quien expresó en dicho congreso que ‘la llave para resolver el problema fundamental de América Latina, la ofrece un doble esfuerzo simultáneo, armónico y recíprocamente benéfico proceder, sí, a una reforma de las estructuras sociales, pero que sea gradual y para todos asimilable y que se realice contemporánea y unánimemente, y diríamos como una exigencia de la labor vasta y paciente encaminada a favorecer la elevación de la ‘manera de ser hombres’ de la gran mayoría de quienes hoy viven en América Latina.
Ayudar a cada uno a tener plena conciencia de su propia dignidad, a desarrollar su propia personalidad, dentro de la comunidad de la cual es miembro, a ser sujeto consciente de sus derechos y de sus obligaciones, a ser libremente un elemento válido de progreso económico, cívico y moral en la sociedad a la que pertenece: ésta es la grande y primordial empresa, sin cuyo cumplimiento, cualquier cambio repentino de las estructuras sociales sería un artificio vano, efímero y peligroso’.
Siguiendo este orden de ideas, sinceramente compartimos la proyección de la Iglesia en favor de la promoción del Hombre y de los pueblos hacia los valores de la justicia, la paz, la educación y la familia. Y aceptamos igualmente el llamamiento final del CELAM que, entre otras cosas, dice: ‘esperamos ser escuchados con comprensión y buena voluntad por todos los hombres con los que comulgamos un mismo destino y en una misma aspiración’.
Debemos, pues, agregar que como la nueva postura de la Iglesia en el ejercicio de su apostolado ofrece al mismo tiempo inmensas posibilidades de bien y gravísimos peligros, estimamos que aquellas pueden alcanzarse y éstos evitarse, revistiendo todos los pronunciamientos de serenidad, comedimiento y genuina caridad cristiana, evitando crear confusión y agitación y encauzando los esfuerzos al señalamiento de los males y errores, así como ayudando también en la búsqueda de soluciones justas.
Estamos convencidos de que la incorporación del hombre rural al disfrute de todos los bienes que ofrece una sociedad moderna y equilibrada, se logrará esencialmente por la transformación agraria del país, la tecnificación de las labores agrícolas y ganaderas y por el aumento progresivo y constante de la productividad.
Los logros crecientes alcanzados por la reforma agraria, no obstante la escasez de los recursos públicos disponibles, por una parte, y por otra la modernización y mejoramiento de los sistemas, internos y externos, de mercadeo y distribución, así como la estabilización de precios, son factores que necesariamente han de producir un mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida del campesinado dominicano.
El mantenimiento de buenas y cordiales relaciones obrero-patronales es un factor imprescindible para el desarrollo económico y social del país, ya que tanto los que aportan sus ideas y capitales para creación de empresas como los que trabajan en ellas tienen un interés común.
La prosperidad laboral es una consecuencia lógica de la prosperidad empresarial y ambos objetivos pueden y deben ser obtenidos mediante condiciones de trabajo absolutamente justas para ambas partes, y siguiendo los acuerdos y recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo.
La demagogia es uno de los peores males que padece nuestra Sociedad y desgraciadamente parece que muchos consideran que ella es el único medio que tienen para atraerse las simpatías y el favor de las masas obreras.
Algunos claman contra la Ley de Austeridad, pretendiendo ignorar que durante su vigencia la inmensa mayoría de los empresarios dominicanos han mejorado en gran medida las condiciones de trabajo de sus obreros e igualmente que la relativa paz laboral que ella ha producido, ha permitido la incorporación de grandes masas de desocupados al proceso económico.
Mientras aceptamos nuestros deberes y responsabilidades para auspiciar, mantener e incrementar las buenas relaciones obrero-patronales, hacemos un llamamiento cordial a los líderes sindicales para que ejerzan sus actividades con moderación y coadyuven a los esfuerzos patronales para obtener el mejoramiento educativo y técnico de los obreros, para mayor eficiencia y productividad que reviertan en menor costo de producción y mejores salarios y condiciones de trabajo.
La Convención reconoció la magnitud y amplitud de la labor realizada por los Hombres de Empres Dominicanos en la creación y sostenimientos de centros educativos y tecnológicos de todos los niveles e innumerables obras de bien social.
Son muchos los resultados alcanzados en este aspecto por la iniciativa y el dinamismo de la clase empresarial dominicana; pero son tantas las necesidades del país y es tan difícil que se pueda hacer frente a las mismas sólo con el uso de los recursos del sector público, que el Consejo Nacional de Hombres de Empresa se propone estudiar la posibilidad de intensificar sus esfuerzos en el campo de la educación especialmente en el de la tecnología y la capacitación de mano de obra calificada, como medios de contribuir, aún en mayor grado, al desarrollo económico y social del país.
Al clausurar los trabajos de la Tercera Convención Nacional de Hombres de Empresa deseamos saludar al pueblo dominicano, invocando para él los beneficios del orden, de la paz y de un creciente bienestar dentro de un marco de estabilidad política e institucional. Igualmente enviamos nuestro mensaje de comprensión y simpatía a las clases obreras y campesinas y pedimos cristianamente la asistencia de Dios para que ilumine a nuestros gobernantes, y nos guíe a nosotros y a todo el pueblo dominicano, fortaleciéndonos en la magna y común tarea de obtener los logros que el régimen democrático hace posible a los pueblos libres”.
La III Convención finalizó con el convencimiento de que el empresariado unido, a pesar de las diferencias internas producto de la defensa de sus propios intereses sectoriales, tenía una causa común en la que concentrarse: defender el proyecto del libre mercado en contra de los grupos que pretendían imponer el llamado comunismo, la Misión Rockefeller y los empresarios. La situación política mundial era muy complicada.
El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y su pronta definición por un proyecto comunista, convirtieron al caribe en una zona estratégica y de vital importancia para el comercio y la producción. Una República Dominicana fuera del control norteamericano constituía un verdadero problema, por esta razón ofrecieron todo el apoyo político y económico al gobierno de Joaquín Balaguer que se había definido como enemigo del comunismo y aliado de los estados Unidos.
Ante el hecho indiscutible de que cuba se mantenía, gracias, entre otras cosas, a la ayuda soviética, estados Unidos utilizó la presión diplomática y desde todas las instancias buscó que los demás países del continente latinoamericano se sumaran a sus posiciones. La organización de estados americanos, OEA, fue uno de los principales escenarios de presión por parte de los EUA.
Asimismo, uno de los principales mecanismos de presión que tenían los norteamericanos para la República Dominicana era la cuota azucarera. no olvidemos que estados Unidos era el mercado internacional de toda la producción de azúcar del país. Por esta razón, como ya se ha dicho, el tema de la cuota preferencial del azúcar era recurrente en la diplomacia dominicana con asiento en Washington en 1969 la diplomacia dominicana y toda la red de protocolo del poder Ejecutivo se puso en movimiento cuando se supo que el Dr. Nelson Rockefeller, Gobernador del Estado de New York, vendría a la República Dominicana, en el marco de un periplo de visitas a varios países del continente.
La visita del político y diplomático norteamericano se hacía por solicitud expresa del presidente Richard Nixon, y tenía como principal propósito visitar a los países seleccionados para conocer sus problemas en el campo económico y social, en abril de 1969, el presidente Balaguer envió una carta al gobernador Rockefeller para expresar su complacencia de recibirlo el 2 de julio de 1969.
El recorrido de Rockefeller por América Latina se haría en cuatro momentos. Durante el primer viaje visitaría México, Guatemala, el Salvador, Honduras, costa Rica, Nicaragua y panamá, en el segundo viaje llegaría a Venezuela, Colombia, ecuador, Bolivia y Perú. en el tercer viaje abarcaría los países del cono Sur como Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y chile. Y en el cuarto y último viaje visitaría el caribe iniciando por Jamaica, para seguir más tarde hacia Haití, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Guyana y terminar en Barbados.
Al saber el itinerario, el presidente Balaguer nombró una comisión de alto nivel para que se encargara de organizar todos los detalles de la visita la integraban Luis Julián Pérez, que la presidiría, pablo Jaime Viñas y Andrés Hermida.
La comisión estaría en contacto permanente con el consejero encargado de negocios de la embajada de los estados Unidos. Durante el proceso de organización, los embajadores dominicanos desde sus respectivas embajadas, debían notificar al residente Balaguer los pormenores de las visitas del emisario especial del presidente Nixon.
Cada uno debía enviar un informe detallado relatando todos los pormenores de las visitas, en mayo de 1969, y ante el anuncio público de la inminente visita del delegado de Nixon, el poderoso sindicato de choferes UNACHOSIN anunció que convocaría a una huelga general para el momento en que llegara Rockefeller. Pero, por suerte o por la capacidad del presidente Balaguer de sofocar estos incidentes, la huelga no pasó de ser una amenaza.
La comisión responsable de la visita solicitó a un grupo de técnicos que elaborara un documento que englobara todos los diversos aspectos de la vida nacional que estaban directamente vinculados con los estados Unidos.,el largo informe elaborado abarcaba los cinco aspectos fundamentales:
El Consejo Nacional de la Empresa Privada, junto a las demás instituciones empresariales con las que actuaba de manera conjunta, a saber: la cámara de comercio, Agricultura e Industria de Santo Domingo, la Asociación de Industrias de la República Dominicana y la confederación patronal de la República Dominicana, expuso su visión sobre diversos asuntos económicos del país a la Misión Rockefeller en ocasión de su visita a Santo Domingo. Publicaron un comunicado que apoyaba las acciones del Gobierno en relación a la visita y de sus peticiones:
Las organizaciones representativas del sector empresarial de la República Dominicana, que han considerado necesario y oportuno que se plantearan al Gobierno de los Estados Unidos las preocupaciones fundamentales de los países latinoamericanos tal y como las reflejan el documento del CECLA, que apoyan y comparten, reciben con sincero beneplácito la visita de la misión del Honorable Señor Nelson Rockefeller, considerándola igualmente oportuna y necesaria por cuanto ambas gestiones persiguen en esencia un mismo fin.
Para los representativos de la empresa privada de la República Dominicana el desarrollo integral de nuestro país es inconcebible sin la existencia de un sistema de gobierno democrático profundamente respetuoso de la dignidad humana.
Por cuanto vivimos un momento histórico de turbulencias y confusiones; en vista de que con insistencia feroz se ofrecen soluciones a nuestros problemas basadas en sistemas e ideologías que menosprecian los conceptos antes expuestos, los hombres de empresa de este país quieren dejar constancia de que sean cuales fueren los resultados de nuestros esfuerzos por obtener una asistencia más efectiva de los países desarrollados, nuestra devoción a estos principios permanecerá inalterable y afrontará todas las pruebas.
Para nosotros, el sistema político económico que se fundamenta en la convivencia democrática y el respeto a la dignidad de individuo no es negociable. Entendemos igualmente que la supervivencia de un sistema de gobierno democrático es prácticamente imposible sin la existencia de un sistema de libre empresa saludable y dinámico.
Como consecuencia de accidentes históricos el sector empresarial tiene en nuestro país una participación en la totalidad de la producción industrial tan reducida que resulta peligrosa y precaria”. Varios problemas, muchos de ellos de índole social, fueron planteados en el documento conjunto, al entender que “el desarrollo tiene un solo objetivo definido y claro: la felicidad del hombre”, plantearon los empresarios y que pasaban a esbozar de forma detallada, comenzaba la enumeración diciendo que “como la industria azucarera es la espina dorsal de nuestra economía, consideramos de alto interés que el Gobierno de los Estados Unidos asigne a la República Dominicana una cuota básica de 1,000.000 de toneladas anuales como un medio eficaz de asegurarle la disponibilidad de recursos para impulsar su desarrollo”.
En cuanto al Fondo de Inversiones para el Desarrollo Económico (FIDE), considerado “un vehículo eficiente en la promoción de nuestro desarrollo industrial y en la creación o ampliación de establecimientos hospitalarios y de centros educacionales privados”, se abogaba porque se le dotara de recursos adicionales y que se permitiera que financiara proyectos existentes o nuevos, en relación con la Zonas Francas norteamericanas establecidas en el país, los empresarios solicitaban a la Misión Rockefeller que “se gestionara la exención del impuesto federal norteamericano sobre la renta en favor de dichas empresas” para que el mismo se pagara en República Dominicana.
Sobre el impulso al desarrollo agrícola, “canalizando hacia ese sector de la economía una más amplia proporción de los recursos disponibles”, se sugería la posibilidad de que se creara un Fondo para Seguro de créditos Agrícolas, quizás “asegurando un porcentaje de las carteras de préstamos del Banco Agrícola y de los Bancos privados destinados al fomento de la agricultura y ganadería”.
Dado que el país estaba “en condiciones de exportar 20 millones de libras de carne anualmente, sin afectar la alimentación del pueblo dominicano, que cuenta además con recursos abundantes de la ganadería porcina, la pesca y las granjas avícolas”, se consideraba necesario “facilitar el desarrollo de la industria ganadera nacional asignándole al país una cuota de exportación de acuerdo con las posibilidades reales de la producción nacional” en vista de que existía un marcado desnivel en la balanza comercial del país con puerto Rico, se solicitaba que, mediante los ajustes necesarios, se permitiera la venta de productos como el café, cacao, tabaco y ron que pudiese consumir la numerosa colonia de dominicanos que vivía en ese país.
Por otra parte, “se consideraba necesario el apoyo decidido del Gobierno Federal a través del Departamento de Comercio, para obtener de la Comisión Marítima.